Tuesday, 10 May 2016

Revista Gente 2651












“NO ASPIRO A SER DIVA: LO MÍO ES LA FAMILIA”
Pamela David habla del amor, de Moria, Susana y Mirtha
En 2001 llegaba de Santiago del Estero para debutar en el reality El bar, por América. Hoy está consolidada como animadora y casada con Daniel Vila, el hombre fuerte de ese canal. Habla de sus diferencias con Moria y de enfrentar a Susana y Mirtha, sus competidoras por el Martín Fierro a Mejor Conducción.

El prejuicio de los demás que enfrenté por mi relación con Daniel (Vila, 62, hombre fuerte de América) lo tenemos todos. Hoy lo entiendo: una mujer joven, un hombre más grande, dueño de un canal... Es lógico el preconcepto”, se sincera Pamela David (37), ya relajada después de la sesión de fotos, sentada ante el ventanal del living de su hogar de Palermo Chico, donde charla con GENTE, humeante café de por medio. Su marido acaba de retirarse presuroso, rumbo a reuniones ejecutivas, pero ella dice que nunca olvida el “hasta luego, mi amor”, piquito mediante.
–¿Tuviste dudas a la hora de formalizar la pareja?
–Claro que yo también lo pensé para decidirme a estar con Daniel, pero era tan fuerte lo que sentía que me dije: “¿Me voy a perder esta experiencia, esta relación, este hombre que me hace feliz, por los prejuicios de los demás?”. Y si bien me lo planteé, nunca me pesó todo lo de alrededor a la hora de definir.
–Moria, quien sostiene que no tiene empatía con vos, reconoce que te empeñás en no ser“la señora de”. 
–Qué bueno que se dé cuenta. Discutimos cuando conducía Animales sueltos. Fue feo, pero después nos arreglamos. Me dio a entender que yo estaba ahí por Daniel. Yo trabajo más, precisamente para demostrar que no estoy por él. Me alegra que haya cambiado de opinión. Era un prejuicio de ella... y de muchos.
–Dijo que ustedes no se quieren.
–Yo la admiro. Fui compañera de Moria en Doble vida, un ejemplo. Llegaba siempre puntual, con la letra estudiada perfectamente. La miraba y me decía: “¡Qué genia!”. Es una gran profesional, laburante. Me identifico más con ella que con otras figuras. No se achancha, no se relaja, nunca paró de trabajar. Es tan digno eso.
–¿Por qué creés que dijo eso de vos?
–Todavía no lo hablé... Lo haré. Le voy a mandar un mensajito para decirle que la admiro, aunque muchas veces no comparta sus opiniones. Es más lo que me gusta que lo que me disgusta de ella.
–¿Esperás la respuesta con su lengua feroz, “karateca”?
–Tal vez eso sea lo que me choca un poco. Es algo que también me molesta de mí. Será un espejo entonces, porque yo antes me refería así a ciertas personas. Eso no me parece nada bueno. Una lengua filosa puede hacer doler, pero para mí es una “capa”.
–Destacó que siempre trataste con respeto a su hija.
–Sofía trabajó conmigo en Gran Hermano El Debate y tuvimos buena relación. Era como la voz referente del programa, una gran mamá. Venía con su bebito y le daba la teta en el camarín. Siempre preocupada por su marido. Me gustó un montón compartir con ella. Me encanta porque es brava. Cuando hablaba de adicciones me detenía a escucharla. Me gustaba el mensaje.
Ella está en recuperación. Estoy más de acuerdo con la Sofi de ahora que con la de antes. Es el claro ejemplo de que te podés equivocar y cambiar de opinión. A mis hijos les hablo mucho de adicciones. A Felipe en especial... Tiene nueve años, pero entiende.
–¿Cómo te llevás con divas como Susana y Mirtha?
–A Susana no la conozco mucho. Fui a su programa. Me parece ocurrente... Pero a Mirtha la admiro. Me gustaría tener su cabeza, es increíble. Me encanta. Muchas veces la imito en Desayuno americano. Formula las preguntas que todos se hacen en su casa. Me parece que a Susana se le perdona todo: es divertida, simpática... Y a Mirtha se le pega.
–¿Cuando entrás a América sentís el rumor “cuidado que llegó”?
–No, nada, nada, nada. Pensá que lo primero que hice en América fue El bar, en 2001. Después, Doble vida en 2005, Fuera de foco en 2007 y Animales sueltos en 2009 y 2010. Me conocen bien.
–¿Es cierto que hay celos entre los conductores del canal?
–Yo soy fan de Santiago (Del Moro). Y de Novaresio (Luis). La gente lo quiere escuchar... Santi me encanta. Pero no es verdad que haya celos. Me consta la buena relación que tiene Jorge (Rial) con Luis (Majul). También Jorge con Santiago. Fantino (Alejandro) ni hablar: se lleva bien con todos. Interactuamos entre los programas, y se nota. Lo mismo pasa con radio La Red. Liliana Parodi y
 Daniel crean este clima. América se encuentra muy fuerte.
–¿Estás conforme con tu Desayuno americano?
–El público sigue respondiendo, es bastante fiel. Nos sentimos felices. Somos un muy buen equipo. Tenemos mucha actualidad y a la gente le gusta.
–A propósito, ¿cómo quedaste después del destrato de Luis D’Elía, quien sostuvo –enojado por tus preguntas– que todos los periodistas están alquilados por Macri?
–Terminé agotada energéticamente. El quedó en evidencia. Es bueno escuchar la otra campana. Veníamos de hablar de Lázaro Báez y entonces enganché el tema y le pregunté qué le pasaba con relación a eso. Nunca me contestó. Quería hablar de los Panamá Papers, tema que tocamos a diario. No le interesaba escuchar. Es el claro ejemplo del fanatismo.
–¿Llaman a América los políticos para que bajen algún decibel o a pedir favores?
–A Daniel lo llaman todo el tiempo, pero no los escucha. No se puede tapar el sol con un dedo. Me encanta que pase eso. La bajada de línea es: “Hagan periodismo”.
–¿Vas a estar en Gran Hermano?
–Sí, porque El Debate va a ir de 18 a 19, de lunes a viernes. Por eso acepté. Si no, no iba a poder estar para la cena en casa, y eso es innegociable. Luego hay una pastillita de media hora con lo más fuerte del día, que irá entre el noticiero e Intratables. Quiero estar a la hora en que los chicos entran a bañarse, la comida y todo eso...
–Volviendo a las divas, ¿a quién ves ocupando ese rol en el futuro?
–Moria mencionó a Wanda Nara. Te puede gustar o no, pero ejerce magnetismo. ¿Otra? Natalia Oreiro: tiene talento, belleza, es muy querida. Ya sé que es uruguaya, pero para mí es nuestra. Y Lali Espósito muestra un don, una luz propia, que no es de ahora sino de cuando hacía Casi Angeles. Mariana Fabbiani también es re-simpática. Vero Lozano me encanta.
–En algunos casos, las divas se ven obligadas a dejar un poco de lado a la familia.
–No se me ocurre eso, para nada, ni dejar de trabajar.
–¿Priorizás a la familia antes que alcanzar el título de diva?
–No me entra en la cabeza no hacerlo. Cómo será que, tal cual te comenté, no iba a hacer El Debate para estar a la hora de la cena con mis hijos y Daniel. En este momento de mi vida, con el apoyo de Daniel, no tengo necesidad. Priorizo mi familia a mi carrera. Y los tiempos de los chicos. Sé que no soy diva.
–¿Qué sentís estando ternada al Martín Fierro como Mejor Conductora junto a Susana, Mirtha, Fabbiani y Carina Zampini?
–Es re-difícil, pero está buenísimo. El año pasado me enojé porque América no ganó nada y dije: “No voy más”. Me enteré de la nominación cuando estaba de luna de miel.
–¿Cómo ves el caso de Barbie Vélez y Fede Bal? ¿Vos sufriste violencia de género?
–No llegó a tanto, pero recuerdo que cuando llegué a Buenos Aires trabajaba de promotora en la Rural y una chica venía llena de moretones. Me decía que su novio, pese a todo, la amaba. Me sirvió verlo de afuera... En lo personal, una vez tuve una discusión con mi pareja, me asusté y me separé. Fui a la comisaría a hacer la denuncia y me decían: “Nos vas a terminar invitando al casamiento”. Tenía 17 años... Venía de Santiago del Estero. De ahí me fui a una pensión. Creo que Barbie y Fede se faltaban el respeto, que es la puertita para futuras agresiones.
–¿Vivís pendiente de tu cuerpo?
–No. Me dicen que estoy más flaca. Para mí, me veo diferente porque empecé yoga. Con Nati Repetto y Ceci Castro encontramos un estilo. Hoy me molesta si me llegan a agarrar mal vestida. Quiero estar linda. Antes no me importaba.
–¿Qué les aportó el casamiento a vos y a Daniel?
–Ahora Luisita (15) –hija de él–, vive acá con Lola (3), Felipe (9) y nosotros. Fue como decirles a los chicos: “Esta es nuestra familia para toda la vida”. Nada menos... Así de emocionante.

Por Miguel Braillard. Fotos: Christian Beliera.


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