Sunday, 4 June 2017

Gente - Junio de 2017

“Con  Daniel  nunca  nos  vamos  a  dormir  peleados”

La conductora recibió a GENTE en su departamento de Palermo y habló de todo. La familia ensamblada, los prejuicios por ser “la esposa de”, sus consejos para vivir en pareja, su condición de mamá estricta y la clave de “tener los pies sobre la tierra” para volcarse a las notas sociales.






Todo es movimiento en el pent-house de Pamela David (38) y Daniel Vila (63) en Palermo. Mientras la conductora repasa la rutina de su programa, Felipe Lábaque – su hijo mayor– le acerca un boletín para firmar. En eso, Lola Vila –la menor del clan– le pregunta “¿cómo me queda?” y se pasea por el living con los labios pintados de rojo furioso. Todo ocurre justo antes de que la cocinera anuncie que el almuerzo está listo. Y de que María Luisa Vila (11) –hija de Daniel– se despida con un beso cariñoso y vuelva al colegio. Entonces, GENTE es testigo de un mediodía cualquiera en el hogar del presidente del Grupo América y la conductora de Pamela a la tarde.
–Son una gran familia ensamblada.
–Sí. Luchi vive con nosotros. Nos hace mucho bien a todos. Es la que protege a Felipe cuando se manda alguna macana. Se complotan, ¡porque Lola es tremenda! Además del cole, Luchi estudia teatro con Nora Moseinco y baile con Flavio Mendoza. Quiere ser artista. Se prepara de manera muy profesional.
–¿Te cambió la rutina por conducir un programa a la tarde, después de tantos años a la mañana?
–Es mucho mejor. Igual me levanto temprano, porque Feli entra al colegio a las ocho menos cuarto. Lo llevo y vuelvo a desayunar tranquila, mientras me informo, hasta que se despierte Lola. Después la llevo al colegio y de ahí corro al canal. Vuelvo a las cinco y media, justo cuando los chicos empiezan a llegar. De todas maneras, tienen actividades entre semana. Felipe juega al fútbol. Lola hace natación y baile con Reina Reech.
–Te escuché decir que sos estricta como mamá.
–Sí. Y no me molesta la palabra. Igual, soy culposa. Pongo límites y me quedo con un sabor amargo. Pero sé que así les hago bien a mis hijos. Tengo muchas anécdotas sobre su crianza... A veces, Felipe me pide que no cuente tanto (risas). A la noche comemos todos juntos. Ocho y media nos sentamos, se revisan las carpetas y cenamos. Cuando yo hacía Gran Hermano sí que fue un sacudón, porque no podía estar.
–¿Daniel también suele estar a la hora de la cena?
–Sí. Aunque en la mesa se mira Polémica en el bar e Intratables. ¡No se puede apagar el televisor! Lo ponemos bajito y espiamos el graf. Pero él tiene un oído con los chicos y otro en la tele. ¡Un gran entrenamiento!
–¿Cómo te mantenés tan bien físicamente?
–¡Estoy a full! Voy semanalmente a la clínica del doctor Rubén Mühlberger. Me hacen desde láser a pelling y me indican la dieta. Además, dos veces por semana hago electro-fitness (ejercicio con un electro-estimulador) Wiemspro. ¡Me da muy buenos resultados!
CON LOS PIES SOBRE LA TIERRA. El 2016 fue clave para Pamela. En abril se casó con Vila en la finca mendocina, después de seis años en pareja. Sin embargo, este 2017 tampoco se queda atrás. Después de siete años de Desayuno americano, debutó con Pamela a la tarde “en el canal donde todos quieren estar”.
–¿Cuál es el desafío de hacer tu propio programa?
–Quería algo distinto. El de la mañana pasaba por la primicia. A la tarde, en cambio, profundizamos. Además, es muy federal. Y la gente se está enganchando. Tenemos, por ejemplo, una sección con un taxista que sale por la ciudad y escucha a la gente, que se despacha con su realidad.
–Más política y cuestiones sociales...
–Sí, me gusta transmitir lo que les pasa a las personas. Me tocó hacer una nota en la Fundación Manantiales con adictos en recuperación. Trabajamos mucho para concientizar y ofrecer un servicio. Me gustan las notas sociales. Claro que también tenemos algo de escándalo y espectáculo, porque al público le atrae.
–¿Te haberte criado en Santiago del Estero?
–Es clave tener los pies sobre la tierra. Cada día, cuando me levanto, agradezco que puedo desayunar. No todo el mundo tiene la posibilidad... Soy muy creyente y me siento bendecida.
–¿Habrías estudiado algo vinculado a lo social antes de ser modelo?
–Me hubiera gustado estudiar Psicología... Y me apasiona el Derecho. Mi hermana es abogada. Pero es una carrera muy larga. Sí me vendría bárbaro para ganar las cuestiones polémicas, porque soy muy discutidora.
–Después de siete años con Vila, ¿tenés tips de pareja?
–Sí... Y ojalá les sirvan a muchos matrimonios. Daniel me va a matar, pero creo que la mujer es más madura que el hombre. Yo soy la componedora. Los dos tenemos carácter muy fuerte. Así de intenso es el amor... ¡así son las discusiones! Somos muy pasionales. Entonces, me sirve recordar los momentos lindos que vivimos juntos. Y me hago una lista mental de las virtudes de mi marido para que me baje el enojo. Además, entre nosotros hay diálogo. ¡Cuando lo conocí, Daniel no hablaba!
–¿Y? ¿Lo lograste?
–Totalmente. Si te quedás con una idea, se hace una bola gigante. Por eso nunca nos vamos a dormir peleados. A veces no es el momento de hablar, y hay que buscarlo. Por ahí nos ponemos espalda con espalda, pero ninguno de los dos pasa la noche en un sillón.
–¿Nunca a lo Fantino, que contó que una vez se fue a dormir al auto?
–La vida es corta. Valoramos los momentos. Creemos que podés comprar lo que quieras, menos el tiempo. Una noche perdida sin pasarla juntos, es un montón.
–¿Seguís sufriendo el prejuicio de ser “la esposa de”?
–Antes me dolía mucho. Laburé toda mi vida. Me parecía una guachada. Era como si no tuviera méritos propios. Hoy, con el paso del tiempo y la aceptación del público, está todo dicho. Igual, cada tanto, si digo algo de política que molesta, me tiran con esa chicana: “Si es la mujer de…”. Hoy me quedo con el amor de la gente. 

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